Estoy de pie en el punto donde se separa un mundo mágico de la jungla de asfalto.
Me dejo llevar por el sendero del humedal Jaboque, un mundo mágico en donde el sol alumbra la majestuosidad de la madre naturaleza.
Las gotas de rocío sobre el verdor de las plantas me muestran que la vida continua en tan majestuoso lugar.
Logro detallar todo al mi alrededor.
Cada paso que doy me adentra a un mundo en miniatura. Cada insecto es un color de vida que me permite interpretar con el azul del cielo y color de las flores.
No necesito más nada en ese momento, solo contemplar cada detalle sin perder el foco de mi lente.
El del celular.
Al pasar el tiempo observo como todo encaja de manera perfecta. Me olvido que a pocos metros del humedal esta la civilización. Porque el sonido de las aves y el fresco olor del campo es una armonía perfecta para estar en otro mundo.
Somos los culpables del impacto ambiental, pero también somos la solución.
Somos hijos de la naturaleza que nos pide a gritos que no la abandonemos.
Vivir es experimentar con los cincos sentidos el mundo perfecto que nos rodea.